Las Hogueras del Anticristo y lo que costó la Reforma de Lutero

En Occidente se recordarán los 500 años desde que Alemania fuera el centro geográfico del cambio vital para el ‘cristianismo’.

Miles de personas fallecieron atormentados por mantener su fidelidad a Dios y a su Palabra. Dos de esos cristianos que no fueron rebeldes a la visión celestial finalizan la galería de reformados por la obra de la cruz.

JERÓNIMO DE PRAGA

Juan Hus compañero de Juan de Praga fue quemado vivo el 30 de mayo de 1416. ¿Quien era Jerónimo?
Nació en República Checa en el año 1379, mas joven que Hus. Era un hombre enérgico e impetuoso que rebaso los limites de la prudencia, y mas experimentado que Hus ya que viajo por distintos países de Europa.

Jerónimo conoció los escritos de Wicliffe en Inglaterra, los tradujo y los difundió por su país, de esta manera divulgo el evangelio. Debido a esto fue citado ante el concilio de Constanza en abril de 1415 para enfrentar los cargos iguales a los de Juan Hus.

Se presento con valentía y protesto por el arresto de su amigo, sin embargo al ver que su vida peligraba salio de la ciudad pero lo arrestaron y lo encerraron en el calabozo.

Luego de un año de sufrimiento se dio por vencido y se disculpo de sus enseñanzas. Avergonzado y arrepentido de su debilidad pidió ser odio nuevamente. Para sorpresa de todos hizo tremendo elogio de Juan Hus, este fue el inicio de su corta vida.

Cuando Jerónimo consigo ser escuchado inicio su discurso con una oración a Dios, recordando que muchos hombres excelentes en el pasar de la historia, fueron oprimidos gracias a los falsos testimonios y condenados por juicios injustos.

Con el rostro radiante y con gran firmeza enfrento la desgracia sin miedo a la muerte, llegando al sitio de la ejecución se quito la capa y realizo una corta oración frente al poste donde fue atado con cuerdas húmedas y una cadena de hierro, ademas lo envolvieron en leña hasta la altura de su pecho.

Al ver a su ejecutor que estaba por encender la pira a sus espaldas le grito: ‘Trae la antorcha de este lado. Has lo que vas a hacer delante de mi faz. Porque si temiera a la muerte la hubiera evitado’.

Cuando empezaba a arder la leña canto un himno que la violencia de la llama apenas pudo interrumpir. De esta forma falleció este gran hombre.

LA GUERRA DE LOS HUSITAS

Los Husitas arremetían con gran heroísmo impulsado por dos de los sentimientos mas fuertes del hombre que son la libertad y la fe. Destruían altares e imágenes, abolían las ordenes monásticas y convertían en cuarteles los conventos.

Los mismos derechos del hombre los disfrutaba la mujer. El gobierno era republicano y el poder supremo debía estar en poder del pueblo. En ese tiempo la sociedad estaba en el molde férreo de una iglesia apostata ya que todos los oprimidos soñaban con la implantación de una sociedad cristiana regida por los preceptos fraternales del Nuevo Testamento.

Las raíces del árbol destroncado echaron nuevos retoños y en 1457 los seguidores de las doctrinas de Juan Hus se organizaron bajo el mismo nombre de ‘Iglesia de la Unidad’ de los hermanos moravos, conocidos actualmente como celosos misioneros, gente tranquila que lucha por la verdad en los confines de la orbe.

JERÓNIMO SAVONAROLA

Savonarola era nieto de un doctor en la floreciente corte de Ferrara y miembro de una familia adinerada. De pequeño contaba con un espíritu serio y pensador.

Cuando era adolescente se apasiono por las obras de Virgilio y de Platon, sus conocidos pensaron que llegaría a ser alguien importante para la humanidad. Ingreso a un convento de frailes dominicos en la ciudad de Boloña luego de un rechazo sentimental.

El aumento día a día por su amor a la Biblia lo convirtieron en un reformador.
Aconsejaba a estudiar la Biblia a todos los que querían servir al Señor.

Lo enviaron a Florencia para enseñar a los novicios del convento dominicano de San Marcos a sus treinta y siete años de edad. Su palabra era de lenguaje rustico, franco y directo en un tono de severidad y gravedad que contrastaba con la mayoría de los predicadores florentinos.

Su primera aparición en el púlpito no fue bien recibida por los acostumbrados a formar juicios acerca del valor literario y académico de los sermones y no para recibir instrucción en la Palabra de Dios.

Savonarola no subía al púlpito para complacer a los que no querían oír la sana doctrina, sino para exponer la verdad con total claridad.

Fuente: Protestante Digital

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